
Esta entrada surge como reflexión de la charla Alivio del dolor a través del movimiento para la AECC de Donosti.
«Mi médico/fisio/entrenador me ha dado estos ejercicios y me ha dicho que los haga, pero a mí me duele muchísimo durante y después de hacerlos. Veo que cada vez muevo menos el brazo y me da miedo no poder volver a utilizarlo»
Esta frase es de una mujer en concreto que asistió a la charla, pero es una situación muy común tanto en mujeres como hombres durante los procesos oncológicos. Piden ayuda porque ven que cada vez realizan menos actividad debido a su dolor y quieren cambiar su estado, pero al realizar más movimiento, su malestar va en aumento. Un círculo vicioso.
El ejercicio terapéutico como tal es un tipo ejercicio que se realiza con el fin de mejorar la condición actual o curar una lesión. Personalmente, soy una fanática del ejercicio terapéutico y casi siempre promuevo la actividad física, tanto para mejorar una lesión como para mejorar la condición actual. En conclusión, bajo mi punto de vista: realizar ejercicio = mejorar calidad de vida
¿Pero qué pasa cuando un paciente llega a consulta y te dice que moviéndose le duele más? Lo que pasa es que hay que enseñar nuevas estrategias de movimiento que no provoquen dolor o que la molestia sea totalmente soportable, para desde ahí, comenzar a moverse.
Cuando sentimos dolor el cuerpo tiende a protegerse y, cuando el dolor se alarga en el tiempo, los patrones de movimiento se ven alterados y compensados para que la zona dolorida no moleste tanto.
Cuando una/un paciente tras un cáncer de mama/pulmón/garganta… Etc. tiene miedo a moverse porque siente dolor y no sabe lo que le pasa, no basta con mandar un papel en el que pongan 10 ejercicios distintos. El cuerpo ya ha comenzado a realizar su papel protector debido a ese dolor y al miedo, por lo que si el paciente realiza los ejercicios que le han mandado sin ningún otro tipo de guía o ayuda, serán sus mecanismos de protección los que más participen en la ejecución. Es por eso que a veces realizarlos nos provoca más dolor que no realizarlos.
En cambio, si enseñamos nuevos patrones de movimiento y realizamos ejercicios que no provoquen dolor o sea totalmente tolerable, podremos ganar tanto rango articular y fuerza, desde la comodidad y en un entorno seguro para el paciente.